4.2. Performances que utilizan el vídeo como parte integrante de la acción
Paralelamente a usar la cámara de vídeo como forma de documentación, algunos performers fueron experimentando con las especificidades que les ofrecía el vídeo y los monitores de TV en sus acciones, exploraban no solo las posibilidades de la pantalla como objeto, es decir, su presencia física y materialidad como artefacto, sino también las imágenes que se proyectaban una vez registradas con la cámara de vídeo. Un ejemplo es la acción «FilzTV» (1970), de Joseph Beuys, en la que vemos al artista sentado de espaldas a la cámara y manipulando una pantalla de TV como si quisiera sintonizar el aparato. La acción, que parece imposible porque la pantalla está cubierta con fieltro, toma otro giro cuando Beuys levanta una de las esquinas del fieltro y vemos debajo la imagen que se proyecta en la pantalla y el sonido que acompaña el programa, aunque inmediatamente vuelve a tapar la pantalla. La performance se puede ver en el siguiente enlace (19-08-2021).
Beuys realizó esta acción delante de un público en 1966, en el festival de happening de Copenhague, pero, cuatro años después, la adaptó para realizarla específicamente para ser registrada ante una cámara de vídeo. La acción ponía sobre la mesa el contexto del momento en el que la televisión era el medio de comunicación de masas, y el vídeo un medio que permitía a los artistas la posibilidad de comunicación con sus espectadores en un tiempo y contexto expandido.
El historiador y crítico de arte Juan Martín Prada analiza así esta acción:
«En el caso de aquella sustitución del cristal de la pantalla por un trozo de fieltro, se ensayaba además la negación del flujo y de la variabilidad de imágenes, empleando para ello un elemento aislante y conservador de temperatura y energía. Máxima estabilidad al carácter huidizo de la imagen televisiva, negación simultánea, por tanto, de la visibilidad de la imagen y de la invisibilidad del aparato. Las esperas múltiples del espectador y su incuestionable deseo de desaparición ya no son aquí saciados por la sucesión de instantes visuales y vertiginosas rupturas encadenadas a una continuidad de secuencias y rápidas transiciones. El trasfondo de peligro inherente al “exponerse” ante el medio televisivo queda aquí invertido, al quedar la pantalla del aparato de televisión convertida en una barrera defensiva. Pantalla de protección de fieltro, paño no tejido, conglomerado de lana o pelo que sustituye, en una equivalencia opuesta en su total carencia de fluidez y dinamismo, a ese conglomerado de información, juego y banalidad que ha caracterizado, desde sus orígenes, al medio televisivo.
Pero no hay rechazo del medio por parte de Beuys, sino probablemente solo de sus más habituales formas de uso y experiencia en la sociedad del momento. De hecho, parece haber en el fieltro con pantalla una probable referencia a la radiación energética propia del medio, una especie de gesto también de conservación o contención de esta que no deja de sugerirnos una directa comparación con la función que el fieltro ejerce en la conservación de temperatura y hálito vital del cuerpo humano herido protegido y envuelto en él. Una cierta energética medial es aquí insinuada como elemento no carente, probablemente, incluso de cierto potencial iluminador. Sin embargo, contemplando el arrinconamiento de la televisión hacia la pared, su confrontación en la más próxima de las cercanías con el límite del espacio arquitectónico de la habitación, no cabe duda de que el espacio habitual ocupado por el espectador televisivo ha sido excluido, reducido hasta su imposibilidad. El espectador se halla forzado a mirar ahora esa pantalla de televisión lateralmente, casi por detrás, como si en ese cambio de disposición espacial se le planteara también secretamente la posibilidad de descubrir otras posibilidades, otras formas de percibirla y experimentarla. Desplazamiento espacial del espectador que supone también, probablemente, la reclamación de su prioridad perceptiva frente al medio, opuesta a que sea la propia televisión la que en realidad nos perciba. No olvidemos que la viabilidad económica de la televisión depende cada vez más de un agenciamiento medial de la actividad de la percepción, constatada una y otra vez con aplastante obviedad en la medición de los índices de audiencia. Percibir al espectador delante del aparato de TV, someterlo como objeto de exposición a la agobiante lógica del consumo, cuantificar su inmovilidad en una determinada oferta televisiva, es la condición de posibilidad económica del medio.
Desde una posición probablemente más que coincidente con Beuys […] probablemente “FilzTV” también nos esté advirtiendo que pretender el rechazo de estas necesidades no solo sería engañarnos sino impedir cualquier vía para su eliminación. La orientación más eficaz de la crítica no podría ser, pues, la negación, la posición refractaria de las necesidades propias de nuestro tiempo, como muestrario de las falsificaciones de lo social, sino el de generalizar el convencimiento de la incompetencia de la llamada “industria de la conciencia” para satisfacerlas, la necesidad de una “revolución cultural” en su sentido más amplio, en la más ambiciosa y productiva de sus intenciones».