4.1. Siglo XX: bases del arte computacional
4.1.1. Introducción
A mediados del siglo XX, el fomento de la investigación sobre la convergencia entre las tecnologías de la comunicación y la información transformaron radicalmente la sociedad. De la tecnocrática impulsada por diversos estados y organismos supranacionales tras la Segunda Guerra Mundial, se irá evolucionando hasta dar lugar a la sociedad de la información de la década de 1970. Los efectos colaterales de procesar la información de manera automática a través de diversos dispositivos y herramientas transformaron radicalmente el panorama político, económico y cultural. La creación, evidentemente, no fue ajena a todos esos cambios, aunque los inicios fueron más lentos y complicados de lo que se piensa en la actualidad.
Para analizar obras de arte computarizado (computer art), es importante repasar la historia y la evolución de los ordenadores, y contextualizar toda una serie de aportaciones que fueron desarrolladas con gran esfuerzo y tesón por científicos, ingenieros y equipos de trabajo interdisciplinares, interesados en ofrecer nuevas posibilidades expresivas gracias a las innovadoras herramientas. Tal como se recalca en el apartado «Diseño y programación», la creación vinculada a las nuevas tecnologías es fruto del esfuerzo individual, pero también de la colaboración: compartir conocimientos, grandes dosis de ingenio y, a veces, la mera casualidad dieron lugar a nuevas líneas de trabajo.
Del mismo modo que el dadaísmo fue en parte una reacción a la industrialización de la guerra y la reproducción mecánica de textos e imágenes, el arte de los nuevos medios puede entenderse como una respuesta a la revolución de las tecnologías de la información de diversos modelos culturales.
La capacidad de crear con un ordenador se distancia en sus inicios de otro tipo de «ismos» afianzados a finales del siglo XIX. Los movimientos estéticos (romanticismo, impresionismo) y las etapas de reacción a la estética anterior no conforman un movimiento en sí mismo en los albores del arte computarizado. Algunos teóricos, como George Fifield, señalan que, aunque en sus comienzos su potencial resultaba ilimitado, la confraternización entre arte y tecnología era incómoda. Lo que podría haber sido una relación fructífera tenía que lidiar, sobre todo, con la necesidad de crear un leguaje propio. Por ese motivo, los conceptos expuestos por Walter Benjamin en La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica (1936) vuelven a ser cuestionados a mediados de la década de los años sesenta. La utilización del ordenador como medio artístico pone en jaque su reproducción y, por tanto, su autenticidad y su autoría.
El «aura», o lo que es lo mismo, «el valor único de la obra de arte “auténtica”» desaparece en la creación computacional atendiendo a los principios del filósofo germano (Benjamin, 2012, pág. 14), que reconoce, paradójicamente, que la reproducción tecnológica podría lograr una democratización de la imagen. Con los años, esa peculiaridad da lugar a nuevos modos de producción característicos de la tecnología digital.