3.4. El valor del arte y de sus trabajadores
3.4.1. Introducción
La crítica alemana Isabelle Graw, en su ensayo ¿Cuánto vale el arte? (2015), apunta que el arte es, sin lugar a duda, una mercancía, en tanto que circula en un mercado, aunque se trata de una mercancía especial, distinta de todas las demás. Para atribuirle un valor cuantificable (su precio) y para que este sea objetivo o, cuanto menos, justificable, se precisa tener en consideración a la vez dos aspectos muy alejados entre sí: valor de mercado y valor simbólico.
Una instalación de 1974 del artista norteamericano Michael Asher explora esta relación. Asher, en su primera exposición individual en la Claire Copley Gallery, plantea una intervención en la que no presenta ningún objeto, simplemente elimina las paredes que dividen el espacio expositivo del despacho y del almacén de la galería, es decir, elimina la separación física entre el espacio destinado al público y el espacio para los «profesionales». El resultado es un ambiente unificado en el que el público puede ver y escuchar la parte de la galería en la que se gestionan las ventas y se desarrollan relaciones que habitualmente permanecen ocultas. El espacio expositivo mantiene así una continuidad con el almacén y el despacho del galerista. Conviene tener presente la propuesta de Asher para entender, por un lado, la función de las galerías (que aquí estamos usando como caso ejemplar de la pequeña empresa típica y más difundida en el sector privado) en toda su complejidad y, por otro, la dialéctica entre valor simbólico y valor de mercado.