3.4. El valor del arte y de sus trabajadores
3.4.3. El ser humano como emprendedor de sí mismo, o el artista como prototipo del capitalismo cognitivo
Trataremos ahora de enmarcar brevemente la precariedad del sector en las políticas económicas neoliberales y las rápidas transformaciones del mercado laboral en el seno del capitalismo cognitivo que explican, junto quizá a la peculiaridad del valor simbólico, la situación inestable y deficiente del sector artístico.
La característica penuria y la enorme dificultad para producir obras y exposiciones, y sobrevivir con los recursos presentes en el sistema artístico, son una realidad en España que padecen no solo los artistas, que probablemente ya lo aceptan y lo tienen en cuenta antes de empezar esta aventura, sino también los demás agentes del sector de las artes visuales. Pero no debería sorprendernos. Los artistas y el arte no viven en otro mundo distinto o separado de los demás sectores productivos. La precarización es generalizada en una imparable concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Siguiendo la pauta del capitalismo actual en su totalidad, el problema no son los recursos escasos, sino su distribución.
Según Lazzarato,
«[…], el trabajo inmaterial se refiere a aquellas acciones que preceden a la construcción de mercancías y que permiten una evolución de las relaciones sociales, de las formas de vida y de los modelos de subjetivación. No es una categoría determinada por el trabajo en sí, sino un campo de agenciamiento autónomo e independiente que anticipa el trabajo contractual y remunerado y que anula su propia concepción.»
Esta argumentación explica tanto la flexibilidad como la ausencia de contratos de larga duración. Lo que se ofrece al trabajador típico del sector privado de las artes visuales es una relación laboral discontinua e intensiva, como hemos visto al comienzo de este texto.
Sorprende con cuánta precisión Michael Hardt y Antonio Negri han descrito, con más veinte años de anticipo, lo que la gran mayoría de los trabajadores culturales sufre en la actualidad en España:
«Una vez que se debilita la posición de la fuerza laboral, la producción en red puede volver a aplicar antiguas formas de trabajo no garantizado, tales como el trabajo freelance, el trabajo en casa, la media jornada laboral y el trabajo a destajo.»
Marcelo Expósito sitúa el trabajo artístico en un marco más amplio y plantea una reflexión que sigue vigente y, por ende, se ha radicalizado en su violencia contra el trabajador precario:
«El trabajo de arte no es diferente de la manera en que el conjunto del trabajo posfordista oscila entre la autovalorización y el dominio (el sometimiento) y muchas veces es paradójico porque opera simultáneamente bajo esas dos condiciones: autonomía y sujeción. El trabajo artístico y cultural ha sido durante largo tiempo en el siglo pasado una actividad social “extraordinaria”, fuera de lo común, excepcional. Hoy día, sus características clásicas (actividad desregulada no sometida a la disciplina del “trabajo febril”, énfasis en el valor de la autoexpresividad e importancia máxima otorgada a la subjetividad…) son cada vez más el paradigma de las formas centrales del trabajo en el capitalismo renovado. […] El actual desdibujamiento de cierta función “clásica” del trabajo del arte responde casi punto por punto a las formas de “flexibilización” del trabajo en el contexto más general de la producción. Como en el conjunto del capitalismo renovado, la “flexibilidad” del trabajo artístico o cultural es de entrada profundamente ambivalente. Pero se trata de un proceso irreversible: es desde el interior de esa condición contemporánea desde donde estamos obligados a operar.»
Las referencias al trabajo inmaterial, como lo describe Maurizio Lazzarato a finales del siglo pasado, y los análisis de Antono Negri y Michael Hardt enmarcan el contexto de las dinámicas laborales propias del sector privado dentro las lógicas del capitalismo global, como consecuencias de las políticas neoliberales de las últimas cuatro décadas en Occidente.
Para un análisis más específico del sector artístico en el contexto español, remitimos de nuevo a los citados estudios de Ibáñez y López-Aparicio (2018) por la importancia de los datos que recogen; de Marcelo Expósito (2006) por la agudeza de su visión; y, finalmente, al magnífico ensayo de Remedios Zafra El entusiasmo (2017), para disfrutar de él y sufrir el lúcido relato común a muchos investigadores de este país.