1.1. El Gótico
1.1.3. El naturalismo de Giotto y la revalorización del mundo objetivo
Giotto di Bondone (1267-1337) supuso una enorme influencia para la cultura de su época. Fue un pintor eminentemente mural; su obra más destacable, la decoración de la iglesia superior de San Francisco de Asís, fue todo un referente para el resto de los pintores murales. Giotto abandonó la representación de influencia bizantina y construyó una nueva cultura que tenía como poso intelectual los escritos de San Francisco que abogaban por un acercamiento a la naturaleza. En esta época fueron muy influyentes las tesis de san Buenaventura, ministro general de la Orden de los Franciscanos. San Buenaventura pone el foco en la importancia del mundo terrenal, como vimos anteriormente. Esta idea estaba alejada del pensamiento de la primera fase de la Edad Media que gravitaba en torno a la idea del más allá.
Para Buenaventura había que considerar a todas las criaturas como espejos donde ver reflejado a Dios. Tal puesta en valor del mundo objetivo aparece ilustrada con fidelidad en la obra de Giotto.
El pintor florentino narra con una austeridad franciscana escenas religiosas en las que rompe con los convencionalismos iconográficos para dar paso a un relato en el que, de forma «realista», se tiene en cuenta la figura del espectador. Esto significa representar la escena tal y como lo exige la historia abandonando la representación idealizada. En este sentido, las figuras de Giotto adoptaran posturas, gestos y expresiones poco convencionales para la época.
En El beso de Judas (1304-1306) podemos ver este modo de plasmar de forma más verosímil la historia. Los personajes ya no aparecen de forma estática, se introducen figuras que nos dan la espalda, que están de lado; se supeditan así a la fidelidad del relato. Los gestos están humanizados, reflejan tensión, violencia o incluso rabia, como podemos observar en la figura que empuña un cuchillo.