2.1. El Romanticismo
2.1.1. Pintura y revolución
Podemos acotar cronológicamente el romanticismo desde el último tercio del siglo XVIII hasta casi la primera mitad del XIX. Su punto culminante está en torno a 1830 (Calvo Serraller, 2014). Durante este periodo se va configurando la nueva sensibilidad romántica que otorga al artista una misión trascendental: defender su independencia e individualidad. Para llevar a cabo esta empresa, el artista romántico se enfrentará de forma revolucionaria a todas las instituciones: la academia, la Iglesia, el Gobierno, la crítica, etc.
Uno de los cambios más importantes en las artes visuales está relacionado con la ya antigua disputa entre el realismo e idealismo, que en el romanticismo culminará en la expresión del subjetivismo. Los románticos reaccionarán de forma directa contra el optimismo de la Ilustración, que basa toda idea de progreso humano en la razón.
El artista romántico desconfía de la razón y de esa idea de progreso resplandeciente. Los románticos tienen más confianza en el genio creador que nace de impulsos irracionales oscuros que en esa feliz idea de progreso. No en vano, la Revolución industrial supuso una transformación política, social y económica que causó efectos devastadores en la mayoría de la población, relacionados con el hacinamiento, la contaminación y los brotes de epidemias, por nombrar solo algunas de sus consecuencias negativas.
En este contexto, surgen nuevos héroes en las composiciones de pintores como Courbet (1818-1877), Gericault (1791-1824) o Delacroix (1798-1863). Estos nuevos personajes gloriosos serán el pueblo, la nación, los campesinos, los trabajadores o incluso los mismos artistas.
El género del paisaje adquiere un nuevo carácter. Con la progresiva comercialización de la pintura al óleo en tubos y con el lienzo como soporte ya declarado desde el Renacimiento, se instaura una nueva forma de acercamiento a la naturaleza: la pintura al aire libre.
La estética del siglo XIX plantea el sentimiento de lo sublime como el nexo entre la experiencia sensible y la razón. Kant abre la posibilidad de conocimiento hacia lo que se encuentra más allá de nuestros sentidos. El irracionalismo considera que la razón ya no es suficiente. Kant, en su Crítica del juicio (1790), explorará lo sublime, que se convertirá en un concepto clave en el romanticismo. Lo sublime exaltará la pasión y el sentimiento contra la razón, así como la imaginación y la fantasía contra las reglas. Este sentimiento se manifiesta con mayor pureza frente al paisaje.
Como podemos observar en Snow Storm – Steam-Boat off a Harbour’s Mouth (1842), de W. Turner (1775-1851), ya se ha abandonado todo ideal clásico; el artista utiliza su obra como proyección de su subjetividad. Los pintores románticos redescubrieron la acuarela, técnica que Turner utilizó en muchas de sus obras y cuyos conocimientos aplicó también a sus pinturas al óleo.
En este trabajo podemos ver cómo se han ido incorporando sucesivas capas de color sobre el lienzo, algunas cargadas de textura. En cuanto al uso del color, podemos descubrir cómo la utilización de una gama compuesta por grises, verdes, ocres y marrones favorece la expresión del sentimiento de terror frío que se avecina ante la inmensidad de la violenta tormenta en el océano.